“No
hay problema tan grande que con la ayuda de Dios no puedas
solucionar”
Algunas
veces la vida es extremadamente dura y nos impone situaciones
difíciles, desesperantes, donde a nuestro parecer no hay salida, no somos
culpables de lo que se nos impone y nos toca defendernos con lo poco que
tengamos, así sea insignificante, convencida estoy que siempre habrá una mano
amiga dispuesta a sacarnos del hueco en que hemos caído, a nuestro alrededor hay
alguien, un instrumento de Dios para auxiliarnos ,sólo basta
buscar ayuda, no sintamos pena y pidamos ayuda ,recuerda, una sola decisión
equivocada y nuestra vida se va a la basura y generalmente sin vuelta atrás,
deseo y espero de todo corazón que el niño protagonista de esta historia (es
difícil verlo como un niño después de lo que ha hecho; pero eso es lo que es “un
niño”) pueda rehacer su vida y tener la oportunidad de convertirse en un ser
humano feliz y de bendición para los suyos y la sociedad.
Puntos
de quiebre: la vida de alias ‘Juanchi’
Por Ernesto McCausland Sojo. EL HEERALDO , Marzo 06
del2011
juanchi,
en audiencia, poco después de haberse entregado...
Muere
obrero al caer de construcción”, anuncia el titular de un diario local
hace 6 años atrás, seguido de apenas 80 palabras.
Como en efecto no hay mayores detalles, solo aprendemos que Juan Gregorio
Guerrero León, 36 años, murió al caer del sexto piso, mientras trabajaba en una
construcción en la vía 40. Lo verdaderamente relevante, lo que haría
significativa en el tiempo a esta gacetilla de cumplimiento, está en el último
párrafo: el obrero deja cinco hijos.
Uno
de esos cinco hijos está hoy en los periódicos esposado,
mientras mira como si no quisiera mirar, con ojos de rata asustada, a la
sociedad, bajo grandes titulares, en calidad de coprotagonista de la hirviente
noticia de la semana. En la audiencia inicial, el jueves pasado por la mañana,
es presentado como Juan Carlos Guerra Silva, alias Juanchi, uno de los
dos forajidos que en la madrugada del miércoles mataron a la turista española
Irene Cortés Lucas en la Plaza de la Cerveza, el hecho que en un principio
avergonzó a Barranquilla en pleno precarnaval
El
sobrenombre de Juanchi no fue siempre el alias perverso que el mundo ahora
recibe con horror.
“Así lo llamamos desde niño”, cuenta un familiar. Fue siempre un infante
silencioso y taciturno. Suponen quienes lo conocen que fue el más afectado
de los cinco hermanos cuando se produjo la separación de sus padres. ¿Por qué se
separaron? Nadie quiere contarlo. El hecho es que el padre —siempre un hombre
laborioso hasta el mismo día en que cayó desnucado mientras pintaba con carburo
la fachada de una bodega— se quedó con las tres hijas, y la madre se quedó con
Juan Carlos y su hermano. En casa del padre nada faltó jamás. Juan Gregorio se
le medía a cualquier oficio, procuraba por los tres hijos de los que se
responsabilizó, y aunque era parco para dar consejos, encarnaba un ejemplo que
hoy le gradecen: poco trago, leche y pan oportunos, y la convicción aplicada de
que sus pequeños no pasarían hambre.
Murió
cuando Juanchi, mal criado por su madre, iniciaba el tránsito azaroso por
la pubertad y emprendía una inestable carrera escolar. Odiaba el estudio y
hasta cuarto de bachillerato, cuando finalmente decidió no volver a las aulas,
estuvo en por lo menos cuatro colegios diferentes. De la madre pocos quieren
hablar. El
caso es que a principios de 2010, ella murió por complicaciones asociadas con el
VIH.
Un pariente preocupado relata la vida perdida de este jovencito
con una voz apagada, me cuenta que hace seis meses tuvieron la primera
evidencia de que Juanchi andaba en malos pasos. Tiempo después,
una amiga de la casa llegó despavorida a contar que Juanchi la había atracado
a ella y a una amiga a plena luz del día. ¿Cómo se forjó la vida
de uno de los dos jovencitos que en la madrugada del miércoles asesinaron a una
exconvicta española.
Las alarmas se encendieron. Los familiares le suplicaron al joven que
regresara al colegio, pero no quiso. Lograron que un pariente, dueño de un carro
de mula, le diera trabajo como ayudante y Juanchi lo hizo solamente durante unos
cuántos días, hasta que terminó abandonando el oficio.
Ahora
reflexiono, mientras mi fuente habla . Veo tantos puntos de quiebre, tantos
“hubieras” en la vida de este jovencito: si sus padres le hubieran dado un
hogar estable; si su padre no hubiera muerto; si su madre le hubiera dado un
buen ejemplo; si algún colegio lo hubiera
entusiasmado…
Juanchi
queda entonces a merced del aparato criminal del bajo mundo.
Sólo él, dentro de un calabozo de la Cárcel Modelo, sabe qué pasó en
estos 15 días, el encuentro con Brayan Darío Blanco Escorcia, la obtención del
revólver calibre 32, la ingestión del cóctel maldito de marihuana con el
tranquilizante Rivotril, el recorrido siniestro que termino con un
asesinato.
Cinco
horas después del crimen, al
filo de las siete de la mañana, cuando ya Brayan Darío Blanco ha sido detenido
en flagrancia y Juanchi es el hombre más buscado de la ciudad,
surge un hecho que hasta ahora no se ha revelado y que podría ser pieza clave en
la investigación. A esa hora, cuando ya el sol había asomado y las emisoras dan
cuenta del crimen de la turista española, dos hombres irrumpen con violencia
en la casa de Juanchi. Preguntan por el arma y el dinero robado. Al final
dejan un mensaje para Juanchi. O aparece, o se muere. Un investigador me
explica. Son forajidos de mayor nivel. Usan a los menores para cometer
atracos, les proporcionan el arma, les reciben todo lo robado, y solo les
dejan para comprar droga.
A lo largo del día miércoles, entonces, Juanchi es objeto de una doble
cacería: la de la Policía, que lo busca como el chico “más malo que la
maldad” que disparó contra la turista, y la de los dos cultores de la
perversión, los mismos que han sido vistos atracando a sangre y fuego a plena
luz en sectores transitados del barrio. Una hermana, de las que fue
criada por el padre, estudiante de contabilidad, pregunta por él entre sus
amigos. Pronto le dicen dónde está escondido, lo
encuentra entre un solar enmontado, como un animal sucio y sudoroso. Ella le
habla. Le dice que entre dos caminos, el que conduce al hospital y el que
conduce a la cárcel, es mejor el segundo. El destino ha hecho lo suyo con esta
familia dividida. Aunque asustado, Juanchi acepta reunirse con los
investigadores, no fue él quien disparó. Al presentarse ante el Juez 7
Municipal, Juanchi confiesa todo y termina vinculado al caso como
coautor. Con los beneficios a que se ha hecho acreedor, pagará 17
años, acaso la mitad que Brayan. Juanchi toda una vida truncada a los
escasos 18 años…..
Fin de la nota del periodísta
: Ernesto McCausland
Sojo.
Decidí compartir con ustedes la historia de “Juanchí” ;porque cada uno de nosotros con una palabra, un gesto o una acción a tiempo, podemos evitar que otro niño termine como él.
RECUERDA:
NO SEAMOS
INDIFERENTES QUIZAS ALGUIEN CERCANO ESTA CONFUNDIDO Y DESOLADO Y EN LA
OSCURIDAD EN QUE SE ENCUENTRA PUEDE SEGUIR LOS PASOS DEL TRISTEMENTE
CELEBRE....JUANCHI.
UNA PALABRA DE ANIMO A TIEMPO
PUEDE MUCHO.... SI SABES QUE ALGUIEN REQUIERE AYUDA,PERO NO SE ATREVE A
PEDIRLA,ENTONCES PIDELA TU POR EL...HAGAMOS LA DIFERENCIA;TODOS PODEMOS CAMBIAR
Y ANIMAR A OTROS A HACERLO!
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